sábado, 3 de mayo de 2008

El odio a la música - Pascal Quignard

Fragmento del capítulo “Las lágrimas de San Pedro”, en Pascal Quignard El odio a la música. Diez pequeños tratados, Santiago de Chile, Andrés Bello, 1996


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En el seno de la naturaleza los lenguajes humanos son los únicos sonidos pretenciosos. (En la naturaleza son los únicos sonidos que pretenden dar sentido a este mundo. Son los únicos sonidos que tienen la arrogancia de intentar devolver sentido a quienes lo producen. Martilleo de los pies que hace sonar la tierra: expavescentia, expavantio; sonido de hombres pisoteando la tierra sin pausa, huyendo, aterrorizados, de la proximidad al lugar. La proximidad al lugar, antes del neolítico fue el abismo.)

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Es el comienzo de los Principia Historiae, de Frontón:
Vagi palantes nullo itineris destinato fine non ad locum sed ad vesperum contenditur: (Errantes, dispersos, no hay meta en sus viajes; no caminan para llegar a un lugar, sino
al atardecer.)
Non ad locum: no a un lugar.
La madriguera de los hombres es su occidente. El mundo de los muertos, tal es su morada, donde conduce cada día el sol que muere ante sus ojos.

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Hay un fragmento de Pacuvius que enuncia aquello que interrumpe el martilleo de caminar plurimilenario. En mil ochocientos veintitrés, J.B. Levée lo tradujo de esta manera:
"Aquel promontorio cuya punta se interna en el mar".
Promontorius cujus lingua in altum projitic.
Una lingua es aquello por lo que una sociedad se interna en la naturaleza. Propiamente hablando, la lengua no prolonga lo que es. Exterioriza. Introduce lo afuera en la plenitud.

Introducir retardo en lo inmediato: es la música (o la memoria) y la causa de que mnemosyné y mousiké sean lo mismo. Logos insinúa los dos en uno. En Atenas, el año quinientos veinte después de Cristo, el filósofo griego Damaskios -antes de ser expulsado del imperio y empujado hacia Persia por los decretos cristianos- escribía que todo logos era fundador de un reinado de disidencia en un universo continuo.

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Lingua se acrece de "fuera", de "a destiempo", de la ausencia, de lo discontinuo, de la muerte, de la división binaria, de la pareja, del intervalo, del duelo, del sexo, de la lucha.
Así como la negación no recorta nada a los ojos del lingüísta: agrega la frase positiva las marcas de aquello que la niega.

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En su origen, todas las lenguas se acrecieron de sonidos que sirven para cercenar -que sirven para sustraer lo que acaba de ser dicho y es necesario exponer para cercenar.
Así, la lingua es una Roca Tarpeya y el flujo de palabras la masa de una muchedumbre que empuja a un hombre que cae al vacío vertical que lo separa del mar. En la lengua de los antiguos griegos, la vos problèma designa ese escarpamiento que se interna en el mar por sobre las olas más bajas, esa altura desde donde la ciudad sacrifica empujando a una víctima que se zambulle. Es curioso -es casi fescenio[1]- que promontorio, lengua, problema, muerte, sean lo mismo.

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Promontorium, lingua, problèma.
“Sones que sirven para cercenar” definen la música.
Los sonidos de la música recortan tanto de la lengua humana como de lo Sonoro natural.
Sonidos de muerte.
Hermes vacía la tortuga, roba y pone a cocer una vaca, desprende el cuero, lo estira sobre el caparazón vacío de carne, en fin fija y tensa encima siete tendones de carnero. Inventa la cítara. Después cede su tortuga-vaca-carnero a Apolo.
Syrdón, en el Libro de los héroes, descubre hirviendo en el caldero los cuerpos de sus hijos, tensa las venas que salen de los doce corazones de sus hijos muertos en la osamenta de la mano derecha de su hijo mayor. Así inventa Syrdón la primera foendyr[2].

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En la Ilíada la cítara no es una cítara, todavía es un arco. Y el músico todavía es la Noche, es decir la audición nocturna pánica. Es la obertura, el primer canto, el verso cuarenta y tres: “Apolo bajó de las cimas del Olimpo. Cargaba al hombro su arco de plata y su carcaj bien cerrado. Las flechas resonaban en su espalda con cada paso que daba con el corazón lleno de cólera. Caminaba semejante a la noche (Nukti eoikós). Apolo se situó lejos de la nao. Disparó una flecha. El arco de plata emitió un aullido aterrador (deinè klaggè). Alcanzó primero a las mulas, luego a los perros que corren tan rápido. Atravesó, en fin, a los guerreros. Las prias fúnebres ardían sin término. Durante nueve días las flechas del Dios horadaron el ejército”.

Al otro extremo de la obra, al final de la Odisea, Ulises penetra solemnemente en la sala del palacio. Tensa el arco. Se apronta a disparar su primera flecha, señal de la masacre de los pretendientes, nuevo sacrificio durante el cual Apolo el Arquero otra vez lo asiste. En el canto XXII: Así como un hombre experto en el arte de la lira, después de atar una cuerda en las extremidades de su instrumentos, tripa flexible y sonora que tensa sin esfuerzo torciendo una clavija y elevando su tono, así Ulises, sin esfuerzo, curvó de pronto el arco formidable. Para probar la cuerda abre la mano derecha. Una vez soltada, la cuerda canta bellamente (kalón aeise), semejante por la voz a una golondrina (audèn).

La lira de nuevo está primero. El arco es segundo. EL arco de Ulises es como una kithara. El arquero es como un citareda. La vibración de la cuerda del arco canta un canto de muerte. Apolo es el arquero por excelencia; su arco es musical.

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El arco es la muerte a distancia: la muerte inexplicable. Más exactamente: la muerte tan invisible como la voz. Cuerda vocal, cuerda de la lira, cuerda del arco son una única cuerda: tendón o nervio de animal muerto que emite el sonido invisible que mata a distancia. La cuerda del arco es el primer canto: aquel canto del que Homero dice que es “semejante por la voz a la golondrina”. Las cuerdas de los instrumentos son cuerdas-de-lira-de-muerte.

La lira o la cítara son antiguos arcos que lanzan cantos hacia el dios (flechas a la fiera9. La metáfora que emplea Homero en la Odisea es más incomprensible que la de la Ilíada, pero quizás sea indicativa: hace derivar el arco de la lira. Apolo sigue siendo el héroe arquero. No es seguro que el arco se haya inventado antes que la música de cuerdas.

El sonido, la lengua, se oyen y no se tocan ni se ven. Cuando el canto toca, 1. atraviesa de parte a parte, 2. mata.

Los dioses no se ven pero se oyen: en el trueno, en el torrente, en la nubada, en el mar. Son como voces. El arco está dotado de una forma de palabra en la distancia, la invisibilidad y el aire. La voz es primero la de la cuerda que vibra antes que al instrumento se lo divida e instrumente en música, en cacería, en guerra.


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La presa que cae es el sonido de la cuerda del arco lo que el rayo es al sonido del trueno.



Fragmento del capítulo “Las lágrimas de San Pedro”, en Pascal Quignard El odio a la música. Diez pequeños tratados, Santiago de Chile, Andrés Bello, 1996


[1] Original: fescennin. En castellano se habla de versos fesceninos (de Fescennia, ciudad de Etruria). Son poesías latinas sarcásticas, desvergonzadas y obscenas, entonadas en ocasión de la priapía, esto es, del cortejo del Liber Pater. La priapía consistía en blandir un fascinus gigante (en griego phalos) contra la invida universal. (Nota del traductor)

[2] Instrumento de doce cuerdas, el número de cuerdas puede variar pero habitual hallarlo en Osetia meridional, entre los armenios y chechenos. Es la “bandurria” que en Sudamérica asemeja al charango. (N. del T.)